La falta de agua provoca cambios profundos en el medio ambiente. Pero también es un factor que afecta a la salud humana, especialmente en las comunidades más pobres y vulnerables. La escasez de lluvia impacta en niños, adultos y ancianos, provocando enfermedades si la sequía es persistente.
Por eso, es fundamental conocer las consecuencias que una sequía prolongada puede conllevar para nuestro cuerpo. De este modo, podemos seguir recomendaciones para defendernos de ella y enfrentarla para prevenir sus efectos en nuestra salud.
Sin lugar a dudas, los niños y los ancianos son los grupos particularmente más vulnerables, ya que su sistema inmunológico es menos resistente que el de los adultos sanos.
Los niños y la falta de agua
En el caso de los menores, tienen también una mayor probabilidad de deshidratación, ya que su cuerpo representa el 75% del agua en comparación con el 60% en los adultos. Esto hace que la sequía tenga efectos dramáticos en comunidades de escasos recursos, donde los niños están expuestos a enfermedades diarreicas, respiratorias y problemas de malnutrición, ocasionadas indirectamente por la falta de agua y condiciones sanitarias apropiadas.
Además, los niños son más propensos a jugar al aire libre, lo que significa que están más expuestos a los efectos del sol y el aire seco.
La sequía y los envejecientes
La sequía también puede tener consecuencias significativas en la salud de los ancianos, sobre todo, si sufren enfermedades crónicas, como la diabetes, enfermedades cardiovasculares, enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) o asma. Una extremada sequía puede empeorar el estado de estas enfermedades, si los pacientes no pueden hidratarse adecuadamente.
Los ancianos también tienen una mayor probabilidad de sufrir cambios cognitivos durante una sequía prolongada, ya que el agua es vital para la función neuronal.
Adultos y población en general
Los adultos también experimentan varios efectos negativos para su salud durante una sequía. Las personas que trabajan al aire libre, especialmente si se trata de trabajos físicos, están sometidas a altas temperaturas, razón por la que pueden sufrir de insolación, deshidratación y problemas relacionados con el estrés térmico. La falta de agua en el ambiente hace que el aire se sienta más caliente.
La deshidratación afecta el funcionamiento de los riñones y puede incluso provocar dolores de cabeza, fatiga y cambios en el estado de ánimo.
No solo impacta nuestra capacidad de mantenernos emocionalmente estables, sino que la falta de lluvias empeora la calidad del aire que respiramos y de los alimentos que consumimos.
Por ejemplo, ante menos producción agrícola por falta de lluvias, los alimentos frescos se encarecen, lo cual puede llevar a algunas familias a realizar recortes en sus hábitos de consumo que empobrecen su dieta alimenticia.
Si esta disminución del suministro de agua y el cambio de dieta exacerban la malnutrición, acaban por debilitar a su vez el sistema inmunológico.
Además, la disminución del acceso al agua potable durante la sequía puede exponer a cualquier persona a enfermedades transmitidas por el agua, como la hepatitis A y E, el cólera, el dengue y la fiebre tifoidea.
Al faltar humedad en el ambiente, aumenta la cantidad de polvo y polen en el aire, se siente todo más seco y caliente. Esto puede irritar las vías respiratorias, lo que provoca tos y dificultad para respirar, empeorando las alergias y el asma.
¿Por qué el agua es vital para los seres humanos?
A medida que la sequía se intensifica, nuestro cuerpo activa una serie de mecanismos de defensa. El cuerpo humano tiene una capacidad de reserva de agua que le permite tolerar su falta durante un corto período de tiempo. El ser humano puede pasar hasta 40 días sin comer, pero no puede vivir sin agua más de 3 a 5 días, porque sus funciones básicas fallan.
Por eso, es importante conocer que el cerebro desempeña un papel importante en la regulación del equilibrio de agua. Cuando el cuerpo detecta una disminución del suministro de agua, produce una hormona llamada vasopresina que reduce la cantidad de agua que excreta el cuerpo mediante la orina.
Es importante prestar atención a los signos de deshidratación, como la sed o la disminución de la producción de orina.
Así que, en tiempo de sequía, es bueno seguir estas recomendaciones para evitar que nuestros cuerpos se vean castigados:
- Bebe suficiente agua: la Organización Mundial de la Salud recomienda consumir entre 2 y 3 litros de agua por día por persona, aunque depende mucho de la constitución de cada persona.
- Come alimentos ricos en agua, como verduras y frutas, y evita los azúcares, la sal y alimentos procesados.
- Limita la exposición prologada al calor extremo y los esfuerzos físicos con temperaturas elevadas. Esto puede acarrearte un golpe de calor, que se manifiesta cuando la temperatura corporal de una persona se eleva por encima de los 40 grados centígrados.
- Evita situaciones que te lleven a consumir agua sin garantías o agua cuyo estado pueda facilitar la transmisión de enfermedades.
- Considerar usar mascarillas si tienes o sientes problemas respiratorios en ambientes secos.
- Busca refugio en lugares frescos, sobre todo, si perteneces a grupos con más riesgos.
- Si experimentas síntomas de deshidratación o un golpe de calor, es importante buscar atención médica de inmediato.
Es esencial tomar medidas preventivas como esta para proteger nuestra salud durante tiempos de dificultad hídrica y enfrentar la sequía. En resumen, ¡mantente hidratado y mantente seguro!