El hambre es un problema pendiente que tenemos que solucionar a nivel mundial. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, (FAO por sus siglas en ingles), más del 30% de la producción de alimentos se pierde o se desperdicia.
La pérdida y el desperdicio de alimentos para el consumo humano se dan en los procesos de producción y en toda la cadena de suministro, hasta llegar al consumo final en los hogares. Puede suceder por distintas causas, pero al final se traduce en menor disponibilidad de alimentos para todos.
Estas pérdidas hacen que nuestro sistema de producción, transporte y distribución de los alimentos se encuentre con un problema ético, que al final perjudica al conjunto de seres humanos, en especial a los grupos más vulnerables.
Este año, coincidiendo con los efectos de la COVID-19 entre las poblaciones más necesitadas, se celebra por vez primera el Día Internacional de Concienciación sobre la Pérdida y el Desperdicio de Alimentos, ya que la pandemia ha forzado desafíos significativos en el abastecimiento alimentario de muchos países y, por esta razón, es más necesario que nunca una reflexión sobre la forma en que debemos transformar y reequilibrar la producción y consumo de alimentos.
A nivel mundial se produce un 60% más de los alimentos que necesitamos, el problema está en que es un sistema ineficiente y no sostenible.
Más de 1,300 millones de toneladas de comida son desperdiciadas anualmente, sin importar el impacto ambiental, económico y social que esto genera.
Se trata de un problema ético y de hábitos de consumo, el cual conduce al uso excesivo de recursos innecesarios como agua, energía, generación de CO2, y afecta la economía de los agricultores y de los consumidores, pues también hay un malgasto de capital y de fuerza de trabajo.
De hecho, durante estos meses de pandemia hemos visto comportamientos extremos: por un lado, las interrupciones en las cadenas de suministro, las medidas de cuarentena, el cierre de la industria hotelera y las escuelas han provocado que productores y distribuidores de alimentos vean cerrados muchos mercados y cómo su producto perecedero se echaba a perder; por otra parte, las compras compulsivas de los consumidores especialmente durante la cuarentena fueron responsables de un gran desperdicio alimentario y el desabastecimiento en los supermercados. Entre medias, los bancos de alimentos se han visto apurados por una demanda creciente a causa del incremento del desempleo.
Por tanto, es momento de ser conscientes de nuestra huella alimentaria: saber que los desperdicios que estamos generando no solo tienen un impacto económico, también tienen un impacto ambiental y social importante.
El costo total de la pérdida y el desperdicio de comida se estima en 1,000 millones de dólares, alrededor de 700 mil millones en costos ambientales y unos 900 mil millones en costos sociales.
Emisiones de gases contaminantes
Según la FAO, el desperdicio de alimentos genera emisiones de gases de efecto invernadero que equivalen prácticamente a las emisiones mundiales del sector del transporte terrestre, el más contaminante.
Si viéramos el desperdicio de alimentos como un país emisor de gases, sería el tercer mayor emisor de gases de efecto invernadero del mundo. El desperdicio de alimentos es responsable del 8% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero.
El Instituto Francés para la Investigación Agraria plantea que para el año 2050 solamente con un mejor uso y distribución de los alimentos podremos reducir hasta el 14% de las emisiones provenientes de la agricultura, es decir, compensar la emisión de 3,500 millones de toneladas de CO2 y reducir en un 65% los efectos negativos de la tasa de carbono sobre la seguridad alimentaria.
La agricultura, la ganadería, la silvicultura y los cambios en el uso de la tierra son responsables del 25% de las emisiones de gases de efecto invernadero provocados por la acción del hombre. Existen algunas prácticas agrícolas de restauración de suelos que dan como resultado un mayor rendimiento de los cultivos y aumento de la producción de alimentos.
Según la FAO, el total de la superficie cultivada en la tierra es de unos 1,400 millones de hectáreas y casi el 30% de la producción de estas tierras nunca será consumida, afectando de manera importante la calidad de los terrenos cultivables, el volumen de los caudales de agua y la biodiversidad. Adicional a esto, tendríamos que incluir el 19% del consumo de fertilizantes que se utiliza en esta producción que no ningún ser humano va a ingerir.
La FAO estima que para ese porcentaje de producción agrícola de alimentos que acaba desperdiciada se genera una huella hídrica de 250km3. Esto es casi tres veces el volumen del lago de Ginebra o la descarga anual del rio Volga.
Las frutas y las carnes son los productos que más contribuyen a las pérdidas de agua en el despilfarro de alimentos. Los productos animales tienen una huella hídrica más grande por tonelada de producto que los cultivos.
Una menor perdida y desperdicio de alimentos conducirían a un uso más eficiente de la tierra y una mejor gestión de los recursos hídricos, lo que tendría un efecto positivo en los medios de vida y en la lucha contra el cambio climático.
Situación en República Dominicana y recomendaciones
La República Dominicana genera unos 1,127,468 kilogramos semanales de desperdicios de alimentos, según datos de 2014, y entendemos que este número ha seguido creciendo, dado el aumento poblacional, el incremento de la distribución comercial y las características que los alimentos deben tener para llegar a los consumidores locales en los supermercados o ser exportados, entre otros factores.
La proporción de personas con niveles inadecuados o hambre en República Dominicana se redujo de un 10.4% en 2017 a un 9.5% en 2018, de acuerdo a informes de las Naciones Unidas, es decir, un millón de dominicanos actualmente se encuentran en esta situación. Organizaciones locales como la alianza empresarial Sanar una Nación se enfocan, precisamente, en paliar este problema de falta de alimentación en poblaciones necesitadas, entre otros fines.
A nivel individual o familiar se da esta realidad: en muchas ocasiones el consumidor de hoy ve los alimentos en un estado que no parecen los de un anuncio de revista, y entonces los descarta y desecha. Sin embargo, no es consciente de que en términos nutricionales el producto que está botando se encuentra, en muchos casos, en excelentes condiciones: no necesitamos tener el producto de “fotografía" para nuestro consumo.
Por eso, Naciones Unidas comparte una serie de recomendaciones para que cada uno de nosotros aboguemos por unos hábitos más sostenibles en cuanto al consumo de alimentos, enfocados en logar el Objetivo de Desarrollo Sostenible número 2, que promueve el hambre cero:
• Pequeñas cantidades: sirve o come porciones de comida más pequeñas en tu casa y comparte con tus amigos en los restaurantes, en caso de que las porciones sean muy grandes.
• Reutiliza tus sobras: guárdalas para otra comida o utilízalas en un plato diferente.
• Compra solo lo que necesitas: sé inteligente con tus compras. Haz una lista de lo que necesitas y procura seguirla al detalle. No compres más de lo que puedes consumir.
• Deja los prejuicios a un lado: compra frutas y verduras "feas" o irregulares. Son igual de buenas, pero un poco diferentes.
• Revisa tu refrigerador: almacena los alimentos a una temperatura entre 1 y 5 grados centígrados para una frescura y una vida útil máximas.
• Primero en entrar, primero en salir: Trata de usar productos que habías comprado anteriormente. Mueve los productos más viejos al frente y coloca los más nuevos en la parte posterior.
• Entender las fechas: “Consumir antes de" indica una fecha en la que el alimento es seguro para ser consumido, mientras que "Consumir preferentemente antes de" significa que la calidad del alimento es mejor antes de esa fecha, pero sigue siendo seguro para el consumo después de esta. Otra fecha que se puede encontrar en los paquetes de alimentos es la de "Caducidad", la cual es útil para la rotación del inventario para los fabricantes y minoristas.
• Compostar: algunos desperdicios de alimentos pueden ser inevitables, así que ¿por qué no instalar un contenedor de compost?
• Dona el excedente a un banco de alimentos u otra organización de apoyo comunitario: compartir es vivir.
El desperdicio de alimentos que generamos está directamente conectado con que otras personas padezcan hambre. Por ello, debemos ser conscientes de nuestros desperdicios, ejercer un consumo responsable y una gastronomía sostenible, en la que se repiense toda la cadena de distribución de los alimentos.
Por igual, la producción sostenible de alimentos desempeña un papel cada vez más fundamental en la promoción de la seguridad alimentaria y la nutrición, buscando maximizar el uso de los alimentos que producimos con nuevas tecnologías y soluciones innovadoras en toda la cadena de valor.
Es un compromiso de todos frenar el desperdicio de los alimentos.