La historia después de la COVID-19 será muy distinta. Esta pandemia ha cambiado la vida de todos y cuestionará nuestras prioridades y planes de vida a futuro.
La economía de la República Dominicana se ha visto reducida a servicios esenciales para mitigar la expansión del virus y es ahora cuando inicia una muy gradual recuperación de la actividad empresarial, que nos tomará bastantes meses.
Importantes sectores económicos que son la base del crecimiento del país se han visto impactados: nuestros aeropuertos y hoteles ya no cuentan con los turistas que cada día llegaban a disfrutar de nuestra propuesta vacacional, las remesas no llegarán en igual volumen, porque muchos dominicanos ausentes están padeciendo también las consecuencias del virus en sus países de adopción, las importaciones y exportaciones están ralentizadas como consecuencia de un menor flujo internacional.
Son múltiples los desafíos a los que tenemos que enfrentarnos, pero lo importante es contar con la voluntad de todos y la determinación para poder volver a la normalidad lo antes posible.
Ahora bien, ¿qué queremos que vuelva y qué no debemos volver a repetir?
Esta crisis ha revelado ciertas oportunidades para avanzar en una sociedad mejor para todos, tanto en lo económico, en lo social y medioambiental.
Para lograr los avances necesarios la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) son una oportunidad para profundizar en el largo plazo ese modelo sustentable que la mayoría desea.
Para ello, requerimos de herramientas que gestionen los recursos disponibles de manera eficiente y que garanticen la transformación a un mañana mejor. Enfocar las inversiones en sectores de crecimiento y con potencial de sumar a esta corriente de sostenibilidad.
Hay que partir de la premisa de que el crecimiento futuro que buscamos y queremos recuperar no debe sobrepasar y comprometer las capacidades del planeta, priorizando de este modo las actividades con impacto social y ambiental, que beneficie a la sociedad y al planeta de forma más equitativa y justa.
En este sentido, las finanzas sostenibles habían cobrado mucha importancia en los tiempos pre COVID y deberían retomar su ritmo creciente en lo adelante.
Por finanzas sostenibles entendemos aquellas que tienen un criterio ético e incluyen factores sociales y medioambientales en las decisiones de inversión. Su objetivo es el de transformar la economía en un sistema más ecológico, resiliente y circular.
Recientemente, Morgan Stanley presentó que el 86% de los jóvenes inversionistas están interesados en las inversiones sostenibles, como una forma de generar retorno financiero y de impactar, de forma positiva, en la sociedad y el medioambiente.
Hoy las finanzas sostenibles tienen la capacidad de direccionar los recursos disponibles a las prioridades de salud, alimentación, educación, trabajo digno, crecimiento económico y ambiental necesarios para un mejor mundo.
Nuestra sociedad ya está dando esos primeros pasos, con apuestas cada vez más claras por las energías limpias promovidas por el sector privado; iniciativas para mejorar la educación de calidad o el sistema de salud.
Tras la crisis sanitaria y económica del coronavirus, tendremos la oportunidad de avanzar hacia un desarrollo sostenible real, de valor compartido entre los distintos grupos sociales, para este nuevo mundo después de la pandemia.
En este nuevo contexto es imprescindible la implicación de todos para avanzar: Estado, empresas y sociedad, para caminar juntos hacia esa realidad.
Debemos empezar por definir e impulsar la Inversión Socialmente Responsable (ISR), promoviendo fondos con criterios ambientales, sociales y de buen gobierno (ASG) y desarrollando nuevos productos financieros con impacto social y medioambiental positivo.
Muchas empresas locales se han posicionado de forma nítida en este lado de la historia, asumiendo sus compromisos para implementar objetivos a medio y largo plazo que promuevan la sostenibilidad de sus negocios y de las comunidades en las que operan.
Un ejemplo es la adhesión del Banco Popular Dominicano a los Principios de Banca Responsable de las Naciones Unidas, rubricado el pasado mes de septiembre de 2019 por el presidente ejecutivo de esta organización financiera, señor Christopher Paniagua. Es una iniciativa única del sector financiero internacional para promover un modelo de banca y finanzas sostenibles.
A partir de ahora, la sociedad exigirá mayor conciencia de las empresas en su dimensión social, económica y medioambiental; inversiones y negocios con propósito y con alto sentido de pertenencia de la sociedad y que tengan la obligación de generar impactos positivos en las nuevas prioridades que nos ha definido esta pandemia. En definitiva, empresas con visión sostenible.
El Estado solo no tiene la capacidad para realizar estas inversiones en todos los ámbitos. Se hace imprescindible la participación del sector privado para cumplir con las expectativas de esta nueva sociedad.
Las finanzas sostenibles suponen una transformación en la forma que gestionamos las finanzas a mediano y largo plazo y son la punta de lanza para aprovechar las oportunidades que puede llegar a brindar este nuevo orden que tenemos por delante.
Empecemos por utilizar como guía los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas, con el propósito de continuar construyendo el mejor mundo posible para nuestros hijos y nietos.