El pez loro o pez cotorra, como también se conoce, pertenece a una gran familia, conformada por más de 90 especies, que viven fundamentalmente en aguas tropicales y subtropicales de poca profundidad. Solo en las costas dominicanas se han identificado 12 de estas especies de pez loro.
Estos peces, cuyo nombre científico es Scarus coeruleus, reciben su sobrenombre popular debido a sus dientes, que se parecen al pico de los loros voladores, y su extraordinario e intenso colorido.
Los ejemplares adultos de la especie suelen medir de 30 a 100 centímetros de largo y pesar unos 30 kilos. Su vida promedio se sitúa en torno a los 20 años.
Un dato curioso: aunque el pez loro nace con sexo definido, macho o hembra, las hembras cuentan con órganos sexuales de ambos sexos. Algunas, al madurar, pueden transformarse en machos. Este cambio de sexo asegura que siempre existirán machos para aparearse con todas las hembras y garantizar la supervivencia de la especie.
Lo fundamental de estos peces es que tienen una función clave para el ecosistema de coral y el entorno costero. De hecho, el pez loro es uno de los responsables de las hermosas playas con las que cuenta nuestro país y que tantos turistas atraen.
El hábitat preferido de esta especie está en los arrecifes de coral, ya que de ahí obtiene sus alimentos.
La dieta de los peces loro es predominantemente herbívora, aunque, en ciertas ocasiones, pueden consumir organismos microscópicos y hasta esponjas de mar. Pero su alimento preferido son las algas muertas que se encuentran en los corales de los arrecifes.
Estos animales cuentan con una dentadura bastante fuerte que les permite raspar, morder y moler algas duras en el coral, además cuenta con una segunda estructura dental que se localiza en la faringe y está compuesta por pequeños dientes en filas que se especializan en cortar y triturar el coral.
Todo este material es excretado como arena blanca alrededor de los arrecifes y la marea trae esa arena hasta la costa, formando la playa. Así que el pez loro es como el protector o superhéroe de las playas.
Por eso cada vez que visites algunas de nuestras playas y te deleites con la maravillosa arena blanca, agradécele al pez loro, ya que se estima que uno solo de ellos puede defecar hasta una tonelada de arena al año.
Relación simbiótica
Además, este amigo del océano contribuye con la integridad de los arrecifes, porque evita el crecimiento desmedido de las algas, lo cual asegura su supervivencia. El 90% del tiempo se lo pasan alimentándose de estas algas y limpiando el coral, como un aplicado jardinero.
En el fondo, se trata de una relación simbiótica con su ecosistema: los corales proporcionan protección al pez loro y, a su vez, el pez loro consume el exceso de algas que se alojan en el coral. Uno no puede vivir sin el otro.
De ahí que la conservación de la especie sea tan importante para la sostenibilidad de territorios tropicales costeros como los nuestros. Actualmente, solo queda una sexta parte de arrecifes en el Caribe y estos podrían desaparecer en 20 años si el pez loro se extingue.
La sobrepesca, el cambio climático y la acidificación de los océanos por la contaminación han llevado al pez loro azul a niveles críticos, siendo considerado como una especie vulnerable en la Lista Roja de Especies Amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
Dado su alto valor medioambiental, el Ministerio de Medioambiente mantiene esta especie en veda durante todo el año.
Al no capturar y comercializar al pez loro, no solo estamos respetando la veda, sino que contribuimos con la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) ratificados por nuestro país, en particular con el objetivo número 14, que trata sobre la conservación y utilización sostenible de los océanos, los mares y los recursos marinos. Todos podemos hacer cosas para contribuir con los ODS como, por ejemplo, no comer pez loro.
Actualmente, las doce especies de pez loro que se han identificado en las costas de nuestro país están vedadas para su captura y comercialización, sus nombres comunes son los siguientes:
- Princesa
- Reina
- Guacamayo
- Estriado
- De media noche
- Azul
- Banda Roja
- Verde
- Cola Amarilla
- Semáforo
- Aleta Negra
- Jabón.
La República Dominicana impone varias temporadas de vedas para preservar otras especies marinas de alto valor ecológico que, además del pez loro, contribuyen también al equilibrio medioambiental de los océanos.
Entre estas especies se encuentran la langosta y el cangrejo, cuya captura y comercialización se prohíben durante el año desde el 1ro de marzo hasta el 30 de junio. Asimismo, para la concha o, como se conoce localmente, el lambí se mantiene una veda desde el 1ro de julio hasta 31 de octubre.
Existen otras especies que tienen veda permanente, ya que se encuentran en peligro de extinción, entre ellas podemos mencionar: los tiburones, la tortuga verde, el carey, la tortuga tinglar, la hicotea, entre otros.
Es responsabilidad de todos tratar de conservar y de mantener el equilibrio medioambiental de nuestros mares y hacer un uso sostenible de los recursos que el océano nos ofrece. Es por esto por lo que debemos de contribuir y apoyar las vedas de las distintas especies, informándonos sobre cuáles son y en qué temporadas no debemos consumir estos productos.
Además, también puedes denunciar su comercialización ilegal a través de la línea verde del Ministerio de Medioambiente.