Para poder transformar nuestro modelo económico hacia una modalidad de economía circular debemos diseñar nuestros productos y servicios sin desperdicios y sin generar contaminación, permitiendo que los materiales utilizados mantengan su valor en el tiempo y continúen siendo aprovechados dentro del ciclo económico, regenerando con ello el sistema natural.
La pandemia que ha traído la COVID-19 ha creado una mezcla de señales sobre la importancia del consumo y la producción responsables, haciendo más visible la necesidad de evolucionar hacia una economía circular.
El consumidor, las empresas, las instituciones… todos hemos cambiado muchos de nuestros hábitos. Se trata de aprovechar esta ola como una gran oportunidad para movernos hacia un mundo más sostenible, poniendo en práctica un nuevo estilo de vida.
Es cierto que los procesos de recolección y separación en estos meses de pandemia se han visto afectados por los riesgos de contaminación, debido al uso masivo de equipos de protección por parte de toda la ciudadanía y el aumento exponencial de desechos de un solo uso, como son las mascarillas desechables y guantes de látex.
Estos efectos han generado barreras y reversos a la visión de lograr una economía circular. Pero la humanidad ha visto también con claridad cómo de importante es pisar el acelerador en nuestro camino hacia mayores logros sostenibles.
Entramos en la década decisiva, de cara a poder cumplir los requerimientos de la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas. Si no lo logramos, nuestro planeta y la humanidad se verán abocados a cambios drásticos, como consecuencia de los efectos negativos del cambio climático.
Reconciliación con la naturaleza
“El año 2021 debe ser el año de la reconciliación con la naturaleza", ha expresado con rotundidad António Guterres, secretario general de la ONU.
Estamos llegando a grados insostenibles en cuanto a pérdida de biodiversidad. Los científicos alertan de que el 70% de las enfermedades que padecemos encuentran su causa en los desequilibrios que sufren los ecosistemas, debido a la actuación humana.
No solo es una cuestión de salud. La pérdida de biodiversidad está directamente conectada al empobrecimiento de las sociedades: toca nuestro bolsillo, aunque no lo veamos claramente.
Biodiversidad y economía
Según el estudio del AXA Research Fund, el fondo de investigación de la aseguradora AXA, la pérdida de biodiversidad tiene un alto precio: cuesta a la economía mundial entre US$125 y US$140 billones anuales, lo cual equivale a más de una vez y media el PIB mundial.
El estudio añade que los más expuestos a estos costos serán las poblaciones de bajos ingresos, más dependientes de los recursos naturales para mantener sus niveles de subsistencia.
Destrucción de hábitats, polución, aumento de plagas y de otras especies invasoras afectarán cada vez más a sectores económicos como la agricultura y la pesca, la foresta, el sector inmobiliario, el turismo y la salud, de acuerdo a lo señalado por el informe.
Debido a esta pérdida de biodiversidad, no es descartable, por tanto, que el mundo vuelva a enfrentarse a nuevas y más poderosas pandemias, si no cambiamos nuestros patrones de producción y consumo.
O un escenario aún peor.
La Plataforma para Acelerar la Economía Circular (PACE), que reúne a líderes del sector público y privado para emprender acciones concertadas, prevé que la demanda de materias primas se duplique para 2050. Con ello tan solo podremos mantener los niveles actuales de crecimiento económico.
Dice esta iniciativa empresarial que el dramático aumento en el uso de materias primas intensificará los efectos negativos del cambio climático, aumentará la contaminación, reducirá la biodiversidad y todo ello conducirá al agotamiento de los recursos naturales y a una preocupante escasez de materiales críticos. Como consecuencia, la resiliencia económica caerá y aumentará el riesgo de conflictos locales.
De la economía lineal a la circular
Es por esta razón que, en el contexto actual, cobra todo el sentido empezar a abandonar modelos económicos con visión lineal (tomar-utilizar-basura), donde no se concibe la reutilización de los materiales ni se considera la disminución de recursos disponibles o el costo medioambiental asociado.
Por el contrario, hay que ir primando un sistema económico circular, como alternativa al modelo actual de producción y consumo.
El mecanismo de colaboración PACE, que reúne a más de 50 CEO en activo, gobiernos y líderes de organizaciones no gubernamentales, habla de tres elementos necesarios en esta estrategia:
- Liderazgo. Se requiere convocar el liderazgo global en toda la economía, incluyendo gobiernos, empresas y sociedad civil.
- Acción. Se necesita llevar la transformación de la economía a la práctica, desde el diseño de productos más duraderos y fáciles de reciclar, a la creación de políticas que aseguren el flujo y reutilización de materiales reciclados, así como el desarrollo de modelos de financiamiento innovadores para la gestión de los desechos.
- Colaboración. Para avanzar hacia la economía circular es necesario convocar a las partes claves interesadas en fomentar el cambio y apoyar alianzas de alcance para lograr escalas y eliminar barreras que impiden el progreso.
Al construir circularidad y eficiencia de los recursos en una economía, se contribuye a la mitigación de los efectos de la crisis climática, permitiendo al mundo adaptarse.
¿Cómo se logra? Al aprovechar al máximo los recursos, minimizar la producción y uso de materiales, reducir el uso de materias primas y de desechos, se ofrece al consumidor alternativas con menor huella de carbono.
Las instituciones financieras tienen un rol fundamental para estimular el crecimiento económico en esta dirección, pues cuentan con la capacidad de decidir hacia dónde se destina el financiamiento y con qué criterios.
En nuestro caso, en el Grupo Popular estamos profundizando nuestro modelo de visión sostenible, con la adhesión a los Principios de Banca Responsable y con iniciativas como la apuesta por las energías renovables y productos financieros verdes, como el portafolio de finanzas verde Hazte Eco.
Crecimiento global y empleos de calidad
Esta transición hacia la economía circular representará para 2030 una oportunidad de crecimiento global de US$4.5 billones de dólares, de acuerdo a los cálculos del Foro Económico Mundial.
Además de atraer inversiones, dirigir estos esfuerzos a ámbitos de actuación como la reducción de los gases de efecto invernadero, la generación de energía de fuentes renovables, la adaptación de la producción, la infraestructura, las edificaciones y la movilidad a criterios sostenibles, la protección de las fuentes de agua potable, de los mares, la flora y la fauna, o la reducción del impacto de la contaminación del aire, entre otros, servirá para crear empleos de calidad en la llamada “revolución verde" de la economía.
El Foro Económico Mundial estima que para 2030 se habrán creado en el mundo unos 395 millones de empleos verdes, en un sector cuyo negocio rondará los US$10,000 millones anuales.
La transformación digital de las sociedades es una palanca muy importante, que ayudará a impulsar el alcance de los negocios verdes.
Ya empezamos a ver en muchos países cómo la apuesta de transformación hacia una economía circular va cobrando forma, con metas precisas.
Por ejemplo, el gobierno de los Países Bajos se planteó el objetivo de lograr una economía circular para 2050. Algunos de sus vecinos nórdicos, como Dinamarca, Finlandia, Noruega e Islandia también están tomando acciones concretas para establecer una economía circular.
En Francia, a principios del año 2020, se aprobó la ley “Lucha contra el desperdicio, por una economía circular" para alinear la ley medioambiental con los principios de una economía circular. El propósito general es el de lograr una huella ecológica neutral respetando los limites planetarios.
Algunas de las metas plateadas en la ley francesa son:
- Usar el 100% de plásticos reciclados para 2025.
- Eliminar el uno de plásticos de un solo uso para 2040.
- Reducir el desperdicio de alimentos en un 50% para 2025.
- Implementar el principio de responsabilidad extendida del productor.
En la región, la transición hacia una economía circular tiene el potencial de reducir la dependencia de importación de aceites, carburantes, metales y minerales. La creación de mercados de materiales secundarios mitiga la exposición a variaciones de precios que hacen las importaciones cada día más costosas.
También se abren numerosas oportunidades de negocio en el terreno del reciclaje o el del tratamiento de los residuos, como es el caso de la reciente Ley General de Gestión Integral y Coprocesamiento de Residuos de la República Dominicana, que en su artículo 1 habla de “fomentar la reducción, reutilización, reciclaje, aprovechamiento y valorización" de los residuos, facilitando su vuelta a la cadena de valor mediante incentivos y obligaciones contemplados en la ley.