El coleccionismo de arte: un salto de fe
1 de septiembre - 2016
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Artes Plásticas
El coleccionismo de arte: un salto de fe

Ella: bibliotecaria de Brooklyn; él: trabajador del Instituto Postal de Estados Unidos, juntos fueron algo más que un matrimonio de coleccionistas de arte, fueron un proyecto y se convirtieron en leyenda. Dorothy y Herbert Vogel en sus 50 años de casados (Herbert fallece en el 2012) adquirieron unas 4,000 obras de arte. La intención de los Vogel no era hacer "una colección", sino más bien adquirir obras con las que querían vivir. Dorothy y Herbert celebraron su compromiso adquiriendo un florero de cerámica de Pablo Picasso, y su primera compra como matrimonio fue una escultura de John Chamberlain. Así, todo el tiempo que duró su matrimonio la pareja dedicó el salario de Herbert a la adquisición de arte contemporáneo, y con el de Dorothy cubrían sus necesidades vitales.

El modus operandi de los Vogel consistía en hacerse amigos, de artistas jóvenes, a menudo muy poco conocidos. Compraban a plazos y cuentan que eran lentos lentos para pagar. No tenían carro, nunca tomaron vacaciones y su dieta simple consistía en casos de las llamadas “TV dinners”. Su idea de irse de fiesta era cenar en un restaurante chino que les quedaba a unas cuadras.

Hoy en día estas obras que adquirieron en 50 años constituyen una de las colecciones más importantes del arte contemporáneo en Estados Unidos. En 1992, la National Gallery of Art de Washington anunció un acuerdo con la colección de los Vogel. Desde entonces 1,100 pinturas, objetos, dibujos, fotografías, grabados y libros ilustrados han entrado en la colección de la galería o son regalos prometidos. Los Vogel continuaron adquiriendo el arte. El tamaño de la colección era demasiado grande como para ser donado a una sola institución, por eso desarrollan el proyecto The Dorothy and Herbert Vogel Collection: Fifty Works for Fifty States, lo que les permitió a los Vogel compartir su colección con museos de todo Estados Unidos.

Uno de los mitos establecidos sobre el coleccionismo de arte es que hay que ser millonario para convertirse en uno. Nada más lejos de la verdad, lo que si hay que tener es pasión, audacia y joie de vivre. Esta historia de los Vogel, que era imposible –por su grandiosidad- sintetizarla más, es una de las grandes lecciones de humildad, humanidad y pasión por el arte que nos regala la vida.

En los años que tengo trabajando en el campo de las artes visuales he encontrado muchas cualidades que adornan a los coleccionistas de arte, he aquí algunas que pudieran ser de las principales:

• Conocen lo que les gusta. Una vez lo encuentran se comprometen a estudiarlo y buscarlo donde quiera que se encuentre.
• Se vinculan con las comunidades. Aunque el coleccionismo inicie como hobby, al cabo del tiempo, el contacto con el arte les inyecta un sentido de responsabilidad en el más amplio sentido de la palabra.
• Tienen una opinión clara y contundente. Su juicio, nutrido por el ejercicio del coleccionismo, es determinante y tomado en cuenta por instituciones y especialistas.
• Están en esto del arte porque lo aman. Los coleccionistas que llamamos excepcionales compran solo lo que aman y seleccionan piezas que entienden le puede dar cohesión y coherencia a su colección. No adquieren el arte solo por el beneficio financiero que pueda implicar su adquisición.
• Son creadores de tendencias o influencers. Las grandes colecciones generalmente se construyen a partir del buen juicio de un individuo que comprende el valor de una obra u objeto antes de que se ponga de moda.

Ser coleccionista de arte es más simple de lo que pensamos, es también una actitud ante la vida. Hay que atreverse a dar el salto de fe.

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