Balance
9 de febrero - 2016
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Gastronomía
Balance

Sabemos que para vivir tenemos que alimentarnos. También conocemos los nutrientes que nuestros cuerpos necesitan: proteínas, carbohidratos, grasas, nutrientes esenciales (ácidos grasos, aminoácidos, vitaminas, minerales) y un largo etcétera con todos sus derivados. Está todo ahí. Toda la información está a la mano y es una realidad, la ciencia nos ayuda a comprender mejor los alimentos y su incidencia en nuestros organismos. Y tenemos suerte. Todos los nutrientes que necesitamos los encontramos en la naturaleza, de una forma u otra.

También tenemos el sentido del gusto. Para satisfacerlo somos capaces de cualquier cosa. Tanto así, que a lo largo de la historia hemos ido invirtiendo las prioridades. El comer, como necesidad fisiológica, la hemos llevado a un segundo plano, y en su lugar hemos colocado el placer de comer. Y no es para menos, la satisfacción que nos brinda el comer es difícilmente superada por cualquier otro estímulo. Pero se nos ha ido la mano y nos hemos hecho daño. Nos hemos enfermado, nos hemos deteriorado como especie por el placer de comer, hemos depredado nuestro planeta, y no solo para saciar el hambre, sino para saciar nuestros antojos y papilas gustativas.

Por un lado, la ciencia ha logrado que como seres humanos tengamos la capacidad de vivir más. Por otro, nosotros mismos nos estamos matando por ingerir en demasía. Seguimos nuevas tendencias y no nos llevamos de las informaciones que nos van suministrando los científicos y autoridades relacionadas a los alimentos, quienes nos dictan qué comer.

Entonces, luego de tanta información, de tanta oferta alimenticia, saludable y dañina, luego de toda esta realidad nutricional, al analizar a nuestros antepasados, cómo y con qué se alimentaban, al ver los hábitos alimentarios de las diferentes culturas del planeta y cómo inciden en su calidad de vida, y luego de ver cómo se han encontrado curas con alimentos a enfermedades causadas por alimentos, deberíamos llegar a la siguiente conclusión, sin temor a críticas y con la certeza de que por ahí anda el asunto en temas de alimentación consciente que la respuesta es el balance.

Comamos. Comamos de todo, pero comamos balanceado. Claro, comamos lo que podamos, pues ya sabemos qué es bueno para nosotros, y qué nos hace daño, o qué nos cae mal. También sabemos que no debemos comer algunas cosas que dañan el planeta. Ya sabemos que lo orgánico es mejor, ya que no tiene pesticidas. Y sabemos que las emisiones de CO2 de la ganadería son mayores a las de los vehículos. Comamos más de aquello y menos de esto también. Y según nuestra conciencia con el planeta, y según nuestras prioridades, (sentirnos bien, vernos bien, o saciar nuestros placeres), comamos lo que entendamos, pero sobre todo, comamos con mesura. Nuestro paso por la tierra es breve. La vida es corta. Respetemos, disfrutemos, pero tratemos de alargarla lo más que podamos.

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