Este año y los próximos por venir son un período crucial para la historia de la humanidad.
La
crisis económica mundial como consecuencia de la pandemia ha afectado a todos los países y en cada uno se diseñan
rescates, estímulos e iniciativas financieras para aliviar el golpe e iniciar una recuperación lo más robusta posible.
Entre los sectores que tienen un desafío enorme por delante está el sector energético. El mundo requiere avanzar hacia un cambio de modelo, donde predomine el
uso de una energía cada vez más limpia, basada en fuentes renovables.
Estamos ante una
década decisiva para cumplir con lo mínimo requerido de cara a la
Agenda 2030 y evitar una catástrofe climática.
Hay indicadores que nos muestran que vamos en una dirección correcta. Según el informe
Statistical Review of World Energy de BP de este año 2020, el consumo de energía renovable el pasado año alcanzó un récord, ya que significó
más del 40% del crecimiento de la energía primaria en 2019.
La participación de las energías renovables en la generación de electricidad (10,4%) superó por primera vez a la de la energía nuclear y aumentaron su participación en el mix energético mundial, del 4,5% en 2018 al 5% en 2019.
En estos últimos meses, durante el período más duro de los confinamientos mundiales, vimos también señales positivas con una
caída de las emisiones contaminantes a nivel global: menos viajes, menos intercambios comerciales, menos actividad económica conllevó lograr una reducción que nunca habíamos visto.
Pero
esto no es sostenible. El mundo requiere seguir progresando económicamente para sustentar el bienestar de las personas, al tiempo que equilibra la relación y el impacto de estas con el medioambiente.
Como recientemente
citaba en su blog el director ejecutivo de la
Agencia Internacional de la Energía (AEI), Fatih Birol, hay
razones para el optimismo. Se están registrando importantes avances en tecnología, políticas y estrategias comerciales que permitirán a las economías crecer, al tiempo que disminuir sostenidamente las emisiones ocasionadas.
Esta organización internacional ve
cinco tendencias clave interconectadas que garantizarán el equilibrio mundial entre un mejor acceso a la energía, oportunidades económicas y prevención o mitigación de los peores impactos del cambio climático.
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La energía solar lidera las energías renovables a menor costo. El precio de instalación y mantenimiento de las tecnologías fotovoltaicas ha disminuido drásticamente durante años, al tiempo que su rendimiento ha aumentado exponencialmente. Es
la opción energética más barata en muchas economías, que han impulsado su aumento. Hay
oportunidades para seguir creciendo en este ámbito y, de hecho, nunca como ahora se han visto tantos proyectos solares surgiendo rápidamente en distintas partes del mundo. En tanto, otras fuentes renovables como la energía eólica también registran avances tecnológicos y reducción de costos.
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La crisis económica actual mantendrá el dinero barato durante un prolongado período. El principal obstáculo para muchos proyectos de energía limpia es lograr asegurar esa inversión inicial para la instalación. Ante el panorama de crisis económica,
los estímulos monetarios y las tasas de interés reducidas serán la tónica para los próximos años, con el objetivo de fomentar el flujo de crédito a diversas actividades económicas, entre ellas, las
inversiones verdes: la energía eólica, solar, de biomasa y otras como las infraestructuras de carga de vehículos eléctricos y
soluciones de movilidad inteligente y sostenible deberían beneficiarse de estas tasas de interés reducidas. Adicionalmente, las organizaciones multilaterales también se enfocan en animar las
inversiones sostenibles, abriendo vías de capital más barato para todos los países, en especial, las naciones en desarrollo. En general, la idea es
convertir las finanzas sostenibles en el vehículo idóneo para seguir avanzando.
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Más países están comprometidos con las tecnologías verdes. Como parte de la recuperación económica, cada vez más gobiernos apoyan
planes de fomento a la energía limpia, por su capacidad para generar importantes inversiones en infraestructuras y, al mismo tiempo, elevar la calidad del empleo, algo necesario para hacer competitivas estas inversiones. En julio, durante la
Cumbre de Transiciones de Energía Limpia de la AEI, la reunión de energía y clima más grande del mundo, con asistencia de gobiernos de países con economías avanzadas y emergentes, un total de 40 de ellos, que representan el 80% del consumo mundial de energía y de emisiones de carbono, hicieron énfasis en que
las energías limpias forman parte prioritaria de sus planes de reactivación económica. En particular, entre las naciones en desarrollo, se vio que las energías limpias, además de abordar los impactos negativos del cambio climático, son una importante solución para un grave problema de salud de sus poblaciones, como es la calidad del aire que respiran sus ciudadanos.
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La agenda verde forma parte esencial de las empresas. El sector privado es cada vez más proactivo en la búsqueda de
reducir sus emisiones y esto es algo que se ve en múltiples tipos de actividad económica: desde las de mayor impacto directo, como el sector petrolero,
la construcción o la aviación, a las de impactos más indirectos, como el tecnológico. Las empresas privadas cuentan con los fondos y la
capacidad de innovación tecnológica para invertir en energías renovables y en proyectos de alta ingeniería, como la captura de carbono, el uso de hidrógeno como combustible, el almacenamiento de las baterías y el desarrollo de la energía eólica marina. En particular, en el
sector financiero mundial, a través de la alianza de los
Principios de Banca Responsable, cientos de bancos de los cinco continentes, alineados con las Naciones Unidas,
ejercen su rol como financiadores de estas iniciativas verdes para acompañar a sus sociedades en la
transición hacia una economía baja en carbono. Al mismo tiempo, estas instituciones financieras implementan a lo interno programas y actividades para
ser organizaciones carbono-neutrales y avanzar hacia un escenario de cero emisiones.
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Los presupuestos para innovación en energías limpias aumentan más que otras áreas. Esta es una tendencia muy evidente desde 2018. Tanto los gobiernos como los fondos privados de capital riesgo o las empresas están
invirtiendo cifras récords en todo esto. Hay avances significativos en tecnologías sostenibles, como el uso de reactores nucleares más seguros, los aviones eléctricos o el impulso del hidrógeno como fuente energética. Esto demuestra el interés público-privado por sentar las bases de una
industria verde de vanguardia, que dé respuesta al cambio climático.
Obviamente, junto a estas oportunidades hay también
grandes desafíos que superar. La AIE detecta tres retos fundamentales:
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Ampliar la base de países y empresas. Aunque los compromisos internacionales en torno a la energía renovable y las acciones privadas son innumerables, aún están lejos de ser suficientes. Es necesario que los esfuerzos inversores vayan orientados a ser
más inclusivos, que no dejen rezagados a países enteros. Entre las empresas privadas, hay que seguir rompiendo viejos paradigmas y sumar más convencidos de que
el sector empresarial debe colocar la transición al uso de energía limpia como una prioridad máxima para su propia sostenibilidad. Los inversionistas institucionales valoran cada vez más no solo la rentabilidad de las empresas, sino también su contribución a la sociedad y al medioambiente, primando que su dinero vaya orientado a inversiones en
empresas que cumplan con criterios ASG (Ambiente, Sociedad y Gobernanza).
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Evitar ampliar la brecha entre países ricos y pobres. Cientos de millones de personas, principalmente en África, todavía carecen de acceso básico a la electricidad y la energía solar ofrece una gran oportunidad para superar esta carencia. Hace falta una coordinación internacional más intensa que mejore esta situación.
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Abordar las infraestructuras energéticas existentes. Además de incentivar la inversión en nuevas centrales eléctricas basadas en fuentes renovables, así como redes de transporte y recarga de energía limpia, es necesario planificar
qué se hace con los carburantes y plantas energéticas actuales, ineficientes y contaminantes, para poder alcanzar los objetivos climáticos en 2030.
Para superar estos desafíos, la AEI, como autoridad global en materia energética, se pone al frente para liderar los esfuerzos necesarios que consoliden una gran coalición de países y empresas privadas en torno a estas metas energéticas.